Todos tenemos y expresamos nuestros
sentimientos de una manera u otra. Unos con más euforia y otros con
menor intensidad, pero todos, al fin y al cabo, acabamos sintiendo. Sentimos.
Varios son los sentimientos que podemos
expresar: amor, cariño, felicidad, odio, gratitud, frustación,
alegría, celos, desagrado... unos positivos y otros negativos. Sin
embargo, hay uno que está muy de moda desde el pasado 11 de
septiembre de este año. Y me refiero al sentimiento nacionalista.
Cada uno puede sentirse español, catalán, vasco, aragonés o
americano, incluso dos (o más) a la vez. Es bueno querer a la tierra en la
que naciste o en la que se vive o a la que añoras porque has tenido
que abandonarla por diversos motivos. Es bueno. Es positivo.
Lo que no es bueno ni positivo, sino
todo lo contrario, y no hay justificación alguna, es el imponer los
sentimientos a los demás. Tampoco se puede jugar con los
sentimientos de nadie. Y esto, imponer y jugar, es lo que está
haciendo el (futuro) President de la Generalitat, sr. Artur Mas.
Por un lado, impone un sentimiento
nacionalista a todo un pueblo, no solo al catalán, sino a todo el
pueblo español, trasladando, a su vez, un problema a Europa donde no
lo había. El sr. Mas ha recogido una bandera que hasta “hace dos
días” no creía. Verdad que CIU son nacionalistas, pero nunca, o
mejor dicho, casi nunca, habían levantado la bandera estelada de la
independencia. Y la ha sacado cuando se ha visto incapaz de
solucionar los problemas de los catalanes debidos en gran parte, a
la nefasta gestión que hizo el tripartito de PSE, ERC e ICV durante
los años (2006-2010). Es una cortina de humo asfixiante que ha
dividido al pueblo español, a España.
Y por otra parte, afirmo que ha jugado
con los sentimientos nacionalistas porque está muy claro que a esta
clase de políticos solo les sirve tener su cuota de poder, mantener
sus chiringuitos a costa de cualquier precio y/o de cualquier persona. Y
el pasado 11 de septiembre vio en la manifestación independentista
en Barcelona una “oportunidad” para forrarse de votos
independentistas. Pero los catalanes (y lo amplio a todos los
ciudadanos de toda España) no son tontos. Y si una persona es
verdaderamente independentista se inclina por formaciones que lo
llevan inscrito en su adn. De ahí que el resultado de estas últimas
elecciones en Cataluña hayan dado la espalda, aunque hayan ganado
las elecciones, a CIU.
Por cierto, según se observa de los
resultados de estas elecciones, la independencia ha obtenido menos
escaños que en la anterior legislatura, y aunque sigan siendo
mayoría, los partidos que no la quieren (que no son partidos
nacionales) han crecido.
P.D. Soc català. Soy español. Y estoy orgulloso de ambas.